miércoles, 25 de agosto de 2010

Qué es la vida??



 La vida la experimentamos y estamos familiarizados con el término, pero, ¿en realidad podemos definirla?
Si afirmamos que la vida  es aquello que tiene la capacidad de nacer, crecer, reproducirse y morir, creo que no decimos mucho. Quizá si nos acercamos a la forma de vida más simple podremos acercarnos a definirla.
Partamos (como siempre en este blog) de la tesis que indica que la complejidad con que se relacionan nuestras moléculas nos diferencia de las cosas inanimadas. Todas las cosas están hechas de la misma sustancia (partículas subatómicas), pero es la complejidad con que éstas se relacionan lo que hace la diferencia entre unas y otras. Tomemos como ejemplo la forma más simple de vida conocida: un virus, y un cristal. El cristal podrá tener la misma cantidad de átomos o partículas que el virus, pero éste se diferencía de aquel debido a la complejidad con que sus moléculas se relacionan.  Tales procesos entre partículas atómicas son tan complejos, que generan una estructura capaz de reaccionar ante su entorno.  Contrario al cristal, el virus será capaz de moverse, alimentarse, reproducirse y morir. Tiene cierta “autonomía” que el cristal no tiene. Esto es, su complejidad lo hace pasar de un objeto inanimado a un objeto con “vida”. Pero, ¿que es lo que hace que el virus sea capaz de moverse, alimentarse, reproducirse y morir?. La respuesta por supuesto son los “instintos”. Pero, ¿qué es un instinto? El instinto es una “orden” implícita en su naturaleza. Si lo vemos en ese sentido, su autonomía estaría “dictada” desde su interior, desde su “programación”, adquirida quizá en el proceso en que adquiere su complejidad.
Podemos entonces afirmar que la estructura molecular compleja que conforma al virus responde a los estímulos de su entorno mediante “órdenes” dictadas desde su programación. Pero esas “órdenes” no solo le dan su comportamiento, sino también su forma y su estructura. Es decir, su complejidad es determinada por esas órdenes.
En cuanto a su comportamiento, esa serie de “órdenes” a las que obedece sin “cuestionar” es lo que llamamos “instinto”.  Entonces podemos definir el virus como una serie de “órdenes”, que combinadas con la capacidad de “recordar” o almacenar experiencias (respuestas al entorno) dan por resultado una experiencia “inteligente”que se le llama “vida”.
El origen de éstas órdenes y estas capacidades las desconocemos. Esto nos lleva a preguntarnos ¿Quién las dicta? ¿Qué es lo que desencadena esa complejidad? ¿Es causa aleatoria o un ser divino superior lo dicta y lo diseña? ¿Tiene conciencia? Las respuestas quizá ya sean otro tema.

Entonces, ¿podemos definir la vida como la capacidad de la materia de  responder al entorno de forma “inteligente” mediante la complejidad generadora de órdenes y memoria?
Podemos ver el comportamiento de los animales sencillos (virus, unicelulares, bacterias), y podemos ver que son simples respuestas de la materia al entorno que los rodea mediante una serie de órdenes determinados, es decir, son esclavos de éstas ordenes  llamadas instintos. Y no sólo los animales simples: TODAS las formas de vida se rigen a través de sus instintos. Podemos ver a unas hormigas, a un pez, a un elefante, todos son autómatas llenos de órdenes predeterminadas por las cuales interactúan entre ellos y el entorno. Es como un programa de computadora: es una serie de órdenes que se programan para responder a lo que el usuario dicta, y no se pueden modificar.  Así, los animales tan solo son conglomerados de materia compleja siguiendo  órdenes de un programa determinado.

Y las plantas?  Así mismo, una semilla de una planta es una serie de órdenes hecha materia. Estas “órdenes” se activan según su entorno de forma “automática” y hacen germinar el nuevo individuo. Todo el proceso desde que la semilla germina hasta que crece la planta y puede reproducirse obedece a la programación previa que selecciona según las condiciones del entorno, las respuestas para llevar a cabo dicho fenómeno. Entonces, cuando vemos un árbol, también estamos viendo una serie de órdenes que siguen un programa, y cuando la materia (la misma sustancia de la cual todo está hecho) sigue este “programa”, se genera una relación compleja particular de la materia, que llamamos árbol.
Si seguimos ésta línea de razonamiento, entonces ¿el planeta también está vivo, porque sigue ciertas órdenes?
Podríamos decir que el planeta sigue patrones y “programaciones” que responden a las leyes físicas, así mismo responde a los fenómenos de su entorno y se mueve.¿ Podría reproducirse, tener autonomía o alimentarse? ¿Cuál sería entonces la diferencia entre una entidad inerte y una viva? ¿Es tan sólo el factor biológico lo que hace la diferencia? Nuestra era digital podría darnos la respuesta.
Con la era de la informática, podemos presenciar el comportamiento de una entidad particular: Un virus de computadora es una serie de “órdenes” que forman una entidad, la cual es capaz de transmitirse,  reproducirse,  y reaccionar a su entorno de forma inteligente, mutando incluso en formas diferentes para no ser detectado o eliminado del sistema infectado. Entonces… ¿¿¿Es una forma de “vida”???  Así como la materia prima que nos forma a nosotros y a todo lo que nos rodea es la misma sustancia (partículas subatómicas), la materia prima de que están hechos los programas de computadora es también una sola sustancia: impulsos eléctricos, dígitos. Sin embargo, la complejidad de sus relaciones entre si dan por resultado las diversas entidades informáticas.  Y entre más y más complejas se generan, éstas entidades adquieren capacidades que les permiten responder a su entorno de forma “inteligente”, lo cual tarde o temprano desencadenará en la tan perseguida Inteligencia Artifical (IA). Entonces, ¿Esta IA cuando exista será un ser “vivo” como tal? ¿Adquirirá los derechos de un ser vivo como tal?

Estas exploraciones nos dan una perspectiva interesante acerca de nosotros mismos: la sustancia que compone esta IA son simples impulsos eléctricos o dígitos, los cuales necesitan de un medio para existir (una computadora que los “traduce” a un medio en el cual interactuar). Pero si la  pasamos al sistema operativo de un robot, esa serie de “órdenes” adquirirán forma física. De ésta manera, lo que antes existía en un “Mundo Virtual”, ahora forma parte de “nuestro mundo” a través del cuerpo del robot.
De igual forma, si el origen de esta serie de “órdenes” que componen la IA debieron de ser programadas en un inicio por un “ser superior” (nosotros), ¿habrá sucedido lo mismo con nuestra existencia?

Así mismo, si las partículas subatómicas que nos componen (y que son iguales en todas las cosas), al adquirir complejidad necesitaron de un medio para “traducirlas” ¿no es la manera en que surge la materia como respuesta a ésta “necesidad”? ¿Entonces la materia es sólo un medio para “traducir” la complejidad de las órdenes y no existe en realidad? ¿O sólo existe dentro de la traducción en si….
Si esto es real, entonces se abre la posibilidad de la existencia de esas órdenes SIN la materia…. Lo que de alguna manera nos lleva a las tesis que rigen la vida “después de la muerte”, donde la muerte es en realidad el límite de la materia como medio de “traducción”…

Es así como podemos esbozar una definición de evolución de la “vida”:
Si los animales son autómatas seguidores de “órdenes” (instintos), ¿dónde quedan los sentimientos y las emociones? ¿Y la conciencia?
Primero el animal es esclavo de los instintos (órdenes). Dependiendo de la complejidad de su materia, genera una conciencia, Esta conciencia permite que los instintos puedan ser primero” identificados” como tal, y después “cuestionados”,  para posteriormente ser trascendidos, modificados, y generados nuevas “órdenes”, transformando la experiencia y por ende la existencia. Eso es la evolución, la cual desemboca en la terminación de la necesidad de utilizar el “medio de traducción”, es decir, en la existencia SIN materia…

Podría ser…. Y podría no ser.

martes, 24 de agosto de 2010

LA BARRANCA ANIMAL EN EXTINCION

Enlos excelsos versos de Jose Manuel Aguilera encontré la mejor definición de lo que soy ahora: Un Animal en Extinción... (Cancionzasa de La Barranca)

lunes, 9 de agosto de 2010

La crueldad infringida a las mascotas





Las personas, tan ciegas como estamos, no nos damos cuenta que arrastramos en nuestra ignorancia a los seres desafortunados que tienen la mala fortuna de toparse con nosotros.

Un amigo cuenta que, su hijito de 3 años, vió un pequeño conejito en el mercado y se empeñó tanto en tenerlo, que no paró de llorar hasta que sus padres se lo compraron. El niño, al no tener conciencia del pequeño ser que tenía en sus manos, lo puso a soportar sin quererlo, una tortura con sus bruscos juegos hasta que lo mató. El papá del niño platica el asunto como si fuera una gracia, o una anécdota más. ¿Cómo es posible que no se de cuenta de lo terrible del asunto? Pero una amiga de mi novia fué peor: Su suegra tiene una perrita, a la cual la ha intentado asesinar por todos los medios: Le ha dado veneno en la comida, le ha dado vidrios para que le explote el estómago, se alegra que se caiga de la azotea "a ver si asi se muere", pero por una extraña razón, la perrita continúa con vida (toda mareada, pero con vida). Cuando le preguntas porqué quiere matarla, ella contesta "esque es muy cochina". Lo terrible del caso es que lo platica como si fuera una gracia. ¿Porqué esta persona, que es una buena persona, no se da cuenta de lo terrible de sus acciones? ¿Porqué está tan ciega de sus estupideces al tratar asi a un pequeño ser? ¿Cuántos perritos, conejos, gatos y toda clase de animalitos están en esas terribles situaciones?

Basta ver alguna tienda de mascotas, para ver la cantidad y variedad de seres arrastrados a manos de gente estúpida, ciega e indiferente, que compran una vida sin tomar conciencia del sufrimiento que causa a un ser tan solo por cumplir los caprichos de un niño malcriado.

Y no hay diferencia del sufrimiento infringido a estos indefensos seres por su tamaño: Un Acuarófilo profesional acaba de darse cuenta de la terrible verdad de su hobby que ha renunciado a él:

http://acuariorosa.com/2010/01/20/%C2%BFla-acuariofilia-es-un-hobby-cruel/#comment-1695

Y así como él, fué como yo me dí cuenta del tema que nos ocupa, con unos bonitos peces de acuario:

Desde pequeño fuí aficionado a los peces, y tuve mis primeros tanques por el placer que me provocaba el tener un pedacito de río en mi casa, sin importarme la elevada mortandad de los pequeños bichos. Fué una vez que por mi ignorancia, puse en mi tanque un tiburon cola roja con guppies, para lo cual el pequeño tiburón no paraba de perseguir a los otros nobles bichos, y cuando me mató uno, arremetí contra el desdichado pez cola roja, maltratándolo con la red, como si pudiera hacerle "entender" que lo que hizo estuvo mal, cuando el pobre animal simplemente hacía lo que le dictaba su instinto: proteger su territorio. Fué ahi que comprendí que la ignorancia nos lleva a hacer estupideces y que mis pobres bichos estaban en manos de un idiota. Fué en ese instante que abandoné mi afición.



Tiempo después, mi novia me regaló un beta en un pequeño recipiente de cristal, (cual prisión nazi), solo porque estaba de moda meter betas en recipientes y regalarlos como adornos de clase media o centros de mesa. ¡¡¡Que gran irresponsabilidad de la gente!!!! Miles de desdichados animalillos en pequeñas peceras se regalan por gente estúpida que no alcanza a ver que está sometiendo a un pequeño ser a una crueldad terrible!! Yo cometí de nuevo idioteces al pensar que "mi pez merece otra calidad de vida", así que compré un pequeño tanque con sustratos y plantas vivas y lo metí ahi, con su filtro, temperatura y todo lo "adecuado". Hasta le compré pequeños tetras "para que lo acompañen". No tardaron en enfermar, y cuando uno de ellos no podía mantener su vertical por la enfermedad que obtuvo, yo lo trataba de mantener derechito con la red. Y cuando estaba en esa maniobra, el pequeñito pez movió su ojito como si me mirara, y fué entonces que me di cuenta el sufrimiento que mi "hobby" estaba causando. LLoré y llore, recé por el pequeñito, pero no pude salvarle la vida. Me dí asco a mi mismo, y llevé el resto de los bichos que quedaban a un hospital (un acuario que tenía ese servicio) y me prometí que nunca tendría un solo animalillo a mi cuidado, porque comprendí cual valiosa es la vida de cada ser.

Por eso, cada vez que paso por una tienda de mascotas, no puedo evitar pensar en el sufrimiento que ahi se produce, y la tristeza de que las personas no se dan cuenta de ello.

A continuación, el pequeñito que me abrió los ojos, en su camita improvisada para mantener su vertical, y desde donde me miró: