jueves, 15 de diciembre de 2011

El Monje Zen y el Rey lujurioso.



Caminaba un Monje Zen en solitario en el campo, meditando y haciendo su práctica, cuando sin darse cuenta, se adentró en los jardines propiedad de un Rey.  Mientras meditaba en una piedra, fue descubierto por el grupo de esposas del Rey, quienes no acostumbradas a la compañía de otras personas (por restricciones reales), le rogaron divertidas al Monje que les contara historias y que les predicara. El Monje, siempre amable con los demás, inició un agradable relato.
En esas estaban cuando fueron descubiertos por el Rey, un monarca enfermo de lujuria, por lo cual era celoso ruin de su grupo de mujeres. Al descubrir al Monje rodeado de sus doncellas, furioso llamó a los guardias y éstos rodearon al Monje en atropellado arresto y lo increparon con sus armas.
-       Insensato harapiento! - Dijo el Rey - ¿Cómo te atreves a rodearte de mis bellas doncellas en mi propio jardín? ¿No sabes que está prohibido siquiera mirarlas??? Son mías!! ¿lo oyes?? Sólo mías!  Pagarás caro tu atrevimiento!!
Pero el monje no dijo nada, sólo se limitó a mirarlo con compasión y con callada serenidad bajó la cabeza en señal de paz mirando con tranquilidad a su alrededor.
-       Oh Rey mio! – dijo una de las mujeres - ¿Acaso no te das cuenta que es sólo un Monje y no corremos peligro con él?
-       ¡Un Monje no se rodea de mujeres hermosas con ropas ligeras! – discutió furioso el Rey – pagará con su vida su atrevimiento!!
Pero el Monje una vez más no dijo una palabra y se limitó a mirar con compasión y tranquilidad la escena.
-       Así que ni siquiera te defiendes??? – Gritó furioso el Rey, y con un rápido movimiento tomó una lanza y amenazó el cuello del Monje. - ¿Qué no te das cuenta que estás frente a un hombre que puede matarte?
Y el monje, sin perder la tranquilidad y la serenidad en su mirada, le contestó: - ¿Y tu no te das cuenta que estás frente a un hombre a quien puedes matar sin que siquiera parpadeé? 

Bajo esta demostración de elevada disciplina, el Rey se dio cuenta que estaba frente a un verdadero Monje, así que lo dejó en paz y le permitió quedarse cuando quisiera en sus jardines.
Al otro día, el Rey buscó al Monje y le preguntó:
-       - Maestro, ¿Cómo es posible que ustedes los monjes no se corrompan en la presencia de mujeres hermosas? ¿Cómo mantienen su corazón tranquilo ante la sensual belleza de la mujer? Yo no puedo hacerlo y no hay noche que tenga deseos de estar con ellas.
-       Es en realidad simple – contestó el Monje – Debes darte cuenta que la belleza sensual de una mujer es una ilusión.
Así se fue el Rey con estos pensamientos, y al otro día regresó con el Monje:
-    - No pude Maestro, anoche formé desnudas a mis 25 esposas, intenté ver su belleza como una ilusión pero terminé acostándome con ellas. ¿Qué puedo hacer?
-    - Cuando iniciamos nuestra preparación en el camino de la Iluminación, - dijo el Monje – nuestros maestros nos recomiendan ver a las mujeres de menos edad que nosotros como nuestras hijas, a las de mayor edad como nuestras madres, y a las de la misma edad como nuestras hermanas. Con ésta visión, la ilusión de la belleza sensual se empieza a disipar.
Así se fue el Rey con estos pensamientos, y al otro día regresó con el Monje:
-       No pude Maestro, anoche formé desnudas a mis 25 esposas e intenté verlas como hijas, madres y hermanas, pero  aún así  terminé acostándome con ellas. ¿Qué puedo hacer?
-   - Cuando seguimos con nuestra preparación hacia el camino del Conocimiento, - dijo el Monje – nuestros maestros nos recomiendan ver al cuerpo humano como lo que es: un conglomerado de carne y grasa, repleto de sustancias viscosas y malolientes, texturas internas desagradables, aromas fecales y líquidos repletos de gérmenes.  Cuando ves al cuerpo femenino compuesto por estos elementos, la ilusión de la belleza sensual se sigue disipando.
Así se fue el Rey con estos pensamientos, y al otro día regresó con el Monje:
-       No pude Maestro, anoche formé desnudas a mis 25 esposas e intenté verlas como un conglomerado de carne y grasa, repleto de sustancias viscosas y malolientes, texturas internas desagradables, aromas fecales y líquidos repletos de gérmenes, pero aún asi terminé acostándome con ellas. ¿Qué puedo hacer?
-    - Cuando alcanzamos mayores niveles de comprensión en el camino de la Iluminación, - dijo el Monje – nos damos cuenta que la belleza sensual sólo existe en tu mente, y para visualizarlo debes de identificar y comprender que tus sentidos envían mensajes que combinados con tu intelecto, resultan en una ilusión no solo de una mujer hermosa, sino de todo lo que vemos y percibimos. Perseguir el deseo resultante de esta ilusión desemboca en una empresa sin fin que desgasta al hombre, cual demonio hambriento que nunca saciará su sed, porque la misma sed es una ilusión. Cuando comprendas esto, podrás estar en medio de 100 mujeres hermosas desnudas y tu corazón no sufrirá tribulación alguna, puesto que no verás mujeres en torno tuyo, sino que únicamente verás a seres que como tú, son el reflejo de ti mismo y de la realidad.
El Rey, al escuchar estas palabras, descubrió un hilo de claridad que brotaba dentro de su ser, y no sólo se curó de su adicción, sino que se convirtió en el discípulo del Monje.