viernes, 24 de junio de 2011

Jesús y el Monje Zen


Caminaba Jesús rodeado de un grupo de gente muy numerosa, cuando advirtió que más adelante por el camino, expulsaban a patadas a un anciano harapiento. Al preguntar la causa de semejante comportamiento, preguntó cuál había sido el motivo.
Es que es un ateo, no cree en nuestro Dios – Le respondió un Hombre a Jesús.
Entonces, en que cree ese anciano? – Preguntó Jesús.
Es un anciano medio loco, – le respondió – El cree que el hombre debe superarse a si mismo, y bajo ese pretexto se la pasa de ermitaño orando en un idioma extraño y ayunando por periodos largos bajo una estricta disciplina.
Ayunando? – Preguntó Jesús. –Y qué más hace?
Es amoroso con los niños, respetuoso con los ancianos, y estricto con los adultos, – responde el hombre, - Nunca miente, nunca roba, nunca adultera, nunca fornica, evita todo tipo de violencia y jamás mataría ni a una mosca. De hecho por eso es vegetariano, porque no quiere dañar a ningún ser vivo. Siempre ayuda al desvalido aunque el se quede sin nada, y es por eso que anda harapiento. Nunca se cree más que nadie porque dice que todos te enseñan algo y dice que siempre está en constante aprendizaje.
Caramba! – Exclama Jesús- Se comporta como un verdadero Cristiano! Llámalo para conocerlo.
Lo siento Maestro – dice el hombre – Es un ateo y es indigno de tu presencia. Ya lo echamos lejos.
Mientras tanto el anciano, que era un Monje Budista Zen, sacudiéndose el polvo de sus harapos causados por el violento desalojo, se pregunta ¿quién será ese importante personaje?
Qué dices insenzato??? – Le reclama un hombre que lo escucha. – Acaso no sabes quién es El???  Es el Mesías!  El Hijo de Dios!! Es el Gran Maestro Jesucristo!!
Gran Maestro?? –Pregunta el Monje – Y qué es lo que predica?
El predica el amor, - responde el hombre -. Enseña que debes amar a tu prójimo como a ti mismo, incluso a tu enemigo, pues si te pegan debes poner la otra mejilla. Enseña a honrar a tus padres,  y a ser Humildes y Justos. Ayudar a los necesitados y enfermos, y nos invita a desprendernos de todas nuestras posesiones para seguirlo.
Caramba! – exclama el Monje Zen – Si predica todo eso entonces es un Verdadero Maestro! Llévame con Él para ponerme a su servicio.
Lo siento, ya no puedes acercarte, - le responde el hombre - , pues le hemos puesto una trampa y mañana lo crucificaremos!

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